soy consciente del peligro de idealizarte

Mi querida Isabel,

Me voy a poner pesado. Ahora que no estoy a tu lado desde hace unas semanas, puedo decir que no tengo ese subidón que me sale cuando acabo de estar contigo, y que me hace verte como la mujer más maravillosa del mundo, y desde luego con la que deseo estar. No digo que ahora mismo no sienta eso, porque sí lo siento, pero tengo la calma de saberte lejos, de sentirme resignado a no tenerte a mi lado...

Es por eso que siento que no te idealizo hasta el punto de exagerar mis sentimientos hacia ti. Sé que en el fondo eres una mujer de cuarentaytantos, eso sí, muy bien cuidada, pero en el fondo una mujer normal, aunque me provocas unos sentimientos que nunca sé explicar con precisión. Simplemente te amo, y siento la serenidad de admitir que eres una mujer que pasa desapercibida para muchos hombres, por suerte para mi, ya que no podría soportar los celos de saberte deseada por muchos hombres, mira tú qué tontería. En el fondo siento celos de tu marido, de cualquier otro hombre que te desee, aparte de mi, y con eso sufro de verdad.

Mi querida Isabel, te veo y veo a una mujer normal, una mujer que pasa desapercibida, pero para mi no lo pasas en absoluto. Tus manos son para mi objetos de deseo, sé que daría cualquier cosa por cogértelas y sentir la caricia de tus dedos, simplemente eso. Y también sé que eso nunca lo tendré, como nunca tendría la caricia de la mujer más deseada del mundo. En el fondo para mi eres como una diosa, inalcanzable e ideal, simplemente perfecta.

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